De Luto
La muerte de un familiar siempre es muy dolorosa. Cuando ese familiar tiene sólo dos añitos y fallece luego de dos días de una agonía indescriptible, el dolor y el vacío es son insondables. No hay muerte más absurda que la de un bebé. No hay palabras, no hay fe, no hay recuerdos que apacigüen esas ganas de llorar permanentes, esa rabia y esa impotencia que se apoderan de uno. No hay nada que decirle a sus padres, no hay respuesta a ninguna de sus preguntas: ¿Por qué si era tan chiquito? ¿Por qué sufrió tanto? ¿Por qué me lo quitó tan pronto? ¿Por qué no se muere una de las tantas ratas que andan por ahí? No debe haber un dolor tan grande como el de perder un hijo, no puedo, no quiero ni por un segundo ponerme en el lugar de sus padres. ¿Qué se dice en estos momentos? ¿Cómo les digo que la vida sigue? ¿Cómo les digo que un día se despertarán y notarán que la rabia es menos, que respirar ya no dolerá tanto, que las noches dejarán de ser eternas? Quiero pensar que Dios (llámese Dios, Yavé, Alá, Jehová, Buda...) no permitió ni por un momento que ese bebé sufriera dolor alguno, que allí estaba sólo un cuerpo físico que la ciencia mantenía funcionando mecánicamente, que hay una razón muy poderosa para esta durísima etapa que les espera a mis tíos y que apenas está empezando. Mi abuela me dijo que Dios no nos da una carga sin darnos también la fuerza para llevarla...ojalá vale porque este dolor es muy arrecho