Sí se contagia

Esta mañana amaneció lloviendo por mi casa y además del tráfico que se forma siempre que en Caracas caen dos gotas de agua, se accidentó un autobús en la carretera, por lo que sólo quedaba un canal para subir y bajar. Ya se imaginarán la cola.

Después de 2 horas en ese tráfico infernal llego al estacionamiento y cuando vengo caminando hacia el edificio donde trabajo empiezo a escuchar a alguien detrás de mí silbando una canción. Pero no un silbido majunche como los que me salen a mí que más bien parecen los sonidos de un globo desinflándose...no. Aquello era casi una orquesta.

Era un señor como de unos 60 años pasados, silbando a un volumen bastante alto (se oía clarito a pesar del corneteo de los carros) pero con una alegría y con un tono tan armonioso y tan bonito que no pude menos que agradecerle con una sonrisa el que con sus notas mañaneras me haya hecho olvidar las dos horas anteriores.

Definitivamente la alegría es contagiosa. Gracias nuevamente señor silbador.